El género ¿a qué nos referimos?
Los seres humanos estamos conformados por muchas dimensiones, la dimensión biológica, la social y la psicológica, todas ellas muy importantes. Como motor de progreso y desarrollo individual también está la construcción de una identidad de género, personal y dinámico a lo largo del desarrollo psicológico de los humanos, donde intervienen tanto aspectos biológicos como sociales. Uno de los más importantes es la denominada asignación social y que consiste en la clasificación y categorización de los individuos como pertenecientes a un grupo u otro (niño/niña, hombre/mujer), atendiendo a estereotipos o creencias culturales estables acerca de lo que significa ser hombre o mujer.
El individuo va construyendo una idea de sí mismo como perteneciente a uno u otro grupo de asignación sexual (hombre o mujer) atendiendo a estos elementos (identidad de género), condicionando su comportamiento y su manera de razonar o pensar. Los estereotipos de género nos muestran lo que se espera, por ejemplo, del comportamiento de una niña o de un niño. Estos estereotipos se materializan, en la conducta diaria, en lo que se denominan roles de género. En este sentido, los roles de género son, pues, la ejecución del conjunto de conductas y comportamientos que se consideran ajustadas y/o apropiadas a hombres y mujeres, dentro de una cultura determinada.
La manera en la que un niño o una niña llega a comportarse según lo esperado, asumiendo así un rol de género, no es un hecho puntual ni casual y no se debe a un único factor, intervienen factores intrínsecos y extrínsecos. Juegan un importante papel en el procesamiento de la realidad por parte de los individuos. Así pues, mediante el proceso de socialización, los individuos tienden a asumirlos a la vez que trabajan con ellos como elementos sobre los que construir su propia identidad de género en particular y su autoconcepto en general. No hay que olvidar que los grupos sociales, así como, la adquisición de sus normas de comportamiento, los valores y las actitudes, resultan ser uno de los actores esenciales sobre los que se fundamenta nuestro desarrollo psicosocial.
La sociedad y la cultura en la que se nace y crece son una de las fuentes más importantes de información acerca de cómo se organiza el mundo. Desde el comienzo de la vida de un individuo, estamos inmersos en un entorno social y cultural que proporciona abundantes modelos e información sobre diferencias de género que son transmitidos de forma directa o indirecta, contribuyendo a que aprendamos y desarrollemos nuestros esquemas de género. Otro elemento esencial en la formación del esquema de género son los cambios cognitivos a lo largo del proceso evolutivo, siendo el más relevante la adquisición de la capacidad para categorizarse respecto a un género, es decir, para reconocerse como niño o niña. Esta adquisición que surge de forma muy precoz promueve la motivación necesaria para aprender aspectos y detalles de los roles de género, es decir, de los comportamientos que se consideran apropiados a un sexo u otro, evaluando la conducta de los demás y la propia en función de su ajuste al esquema adquirido.
Por:
Iolanda Muñoz
Docente Rama Sanitaria
Tag:autoestima, Embarazo, salud