De vocación educador, integrador social, ¿agentes de cambio?
La profesión de educar quizás sea una de las más gratificantes que existen, porque ayuda a poner a otras personas herramientas y condiciones que pueden facilitar protagonizar su vida y conducirse de manera responsable como seres libres y autónomos.
Zambrano (1965), nos dice que “la vocación, vista desde el que la tiene, es una ofrenda. Y la ofrenda completa en un ser humano es de lo que se hace y de lo que se es. Es por tanto una acción transcendente del ser, una salida”.
La vocación educativa forma parte de los “intangibles pedagógicos” que no pueden cuantificarse y son necesarios para una educación de calidad, y debe incluir como rasgos imprescindibles para una buena educación:
- Discreción pedagógica, o capacidad de utilizar la enseñanza más adecuada para cada persona en función de sus circunstancias e idiosincrasia.
- Amor pedagógico, o deseo de cuidar, ayudar, proteger y apoyar al educando en todo su proceso educativo.
- Conciencia vocacional, intrínseca en la personalidad del educador, que está dispuesto a hacer todo lo posible para llevarla a buen término y encuentra en ella gratificación satisfacción persona y sentido para su vida.
Hoy en día la conciencia vocacional de los agentes educativos se experimenta como responsabilidad frente al mundo, a los otros y a las nuevas generaciones. La efectividad del educador se construye a partir de cosas sencillas y obvias pero cruciales, como conocer a fondo lo que tiene que enseñar, saber estructurarlo y explicarlo, poder mostrar su sentido y utilidad, ser capaz de organizar y guiar una situación o un proceso de enseñanza/aprendizaje y lograr una empatía con el alumno. Lo que determina decisivamente la calidad educativa no es la cantidad de materiales disponibles o las infraestructuras utilizadas, etc, lo que realmente marca la diferencia son elementos que proceden de un ámbito profundo del educador y que tienen que ver con su vocación y pasión por enseñar y ayudar. Se trata de aspectos como la generosidad, la cercanía, el tacto, la confianza y la fe en el educando, que difícilmente se adaptan a medidas cuantitativas (intangibles pedagógicos).
Esa pasión manifiesta proporcional al compromiso y a la esperanza, que son características fundamentales de la eficacia en la enseñanza. Porque las condiciones del éxito educativo son el amor, la esperanza, la confianza y la responsabilidad por aquello que se hace y para quien se hace.
Por:
Iolanda Muñoz
Docente Rama Sanitaria
Tag:Dental, Enfermería, terapias